En esta continuación sobre las ‘monterías de mentira' reflexionaremos sobre la organización y logística que algunas orgánicas nos están ofreciendo, las cuales distan mucho de lo que debería ser.
Lo normal es que cuando la organización y la logística no son adecuadas, la montería se convierte en un absoluto fracaso del que siempre se culpa a los mismos: los rehaleros. Los ‘delitos' cometidos por estos son de diferente índole pero siempre los mismos: que los perros no eran buenos, que los rehaleros se han movido poco, que se han juntado todas las rehalas en lugar de diseminarse por la mancha, que han dejado zonas sin batir, etc., etc., etc. Tonterías y excusas con las que disfrazar el fracaso y engaño a los monteros, pues la verdad absoluta es que hemos monteado una mancha en la que no hay nada, bien porque está esquilmada con el exceso de monterías semanales, bien porque los animales se han desplazado a otra zona o bien porque han sido desplazados intencionadamente por la organización en días previos.
He monteado en manchas en las que, tras finalizar la jornada, he podido comprobar que no aparecía ni el más mínimo rastro fresco de animales cazables. No voy a sentenciar con que todas las organizaciones sean estafadoras, algunas lo son, pero sí puedo decir que hay quien organiza monterías sin comprobar la existencia de señales y rastros que aseguren la presencia de animales en la mancha. No se comprueban ni los senderos, ni los sitios más frecuentes en los que se alimentan o encaman, ni tan siquiera las entradas.
Como decía antes, otro factor que influye de manera fundamental es el exceso de monterías y batidas en la misma zona. Esto no sólo hace que los animales migren a otros parajes más tranquilos, sino que las bajas que se producen son excesivas para la población existente de jabalíes y/o ciervos. Las manchas a batir deberían estar en ‘barbecho' no menos de dos meses, es decir, que en este tiempo no se practique en ella ninguna modalidad de caza, ¡NINGUNA! Estoy harto de leer publicidad sobre monterías en manchas que llevan cinco o seis años sin tocarse y luego resulta que es una mentira más grande que un templo, pues en este periodo lo que se ha estado haciendo han sido recechos y esperas nocturnas, con alguna batida "para ver cómo está la mancha de bichos".
Otra fea costumbre es organizar monterías en zonas seteras en las que casi a diario se produce la entrada de lugareños y foráneos para recolectar los preciados hongos o níscalos. He monteado zonas en las que se podía ver con toda claridad que en los días previos se habían estado realizando labores de poda y/o limpieza del monte. ¿Alguien puede indicarme dónde está la tranquilidad de la zona para que los animales campen a sus anchas? Aquí es imposible ver algo corriendo y atravesando tu puesto, quizá algún zorro despistado.
La mayoría de los tratados de montería, así como los monteros y organizadores de toda la vida, aconsejan que los puestos se señalen con no menos de quince días de antelación. Por el contrario, en muchas ocasiones y tras una charla distendida con los vecinos de la zona, te enteras que los puestos se montaron el sábado anterior a la cacería, es decir, menos de 24 horas antes y en lugar de hacerlo la gente que transita habitualmente por la mancha con sus vehículos, lo hicieron otros en sus propios todoterrenos.
Dejemos a un lado la preparación de las montería para adentrarnos en el ‘aterrador' mundo de la logística del día tan esperado. Ahora es cuando empieza la fiesta de verdad, es decir, aquí es cuando la emoción se transforma en desesperación. Yo siempre aplico una máxima que decía el escritor francés Nicolas Boileau: "procuro ser siempre muy puntual, pues he observado que los defectos de una persona se reflejan muy vivamente en la memoria de quien la espera.", o lo que es lo mismo, que procuro no llegar tarde para que no se acuerden de mi madre.
Hasta aquí esta segunda entrega, prometo que la tercera tardaré menos en publicarla. Quizá mañana, tampoco quiero saturar.
Publicado el 2 de enero de 2010 a las 12:30.